La crisis del radicalismo sigue abriendo capítulos pero no cierra ninguno de ellos. A los anunciados cortes de boletas, a la negativa de los intendentes por llevarlo a hacer campaña al presidencial Ricardo Alfonsín, a las críticas que hizo Rodolfo Terragno, y las similares formuladas por Federico Storani, ahora se le suma una durísima carta de Gabriel Oliverio, fundador de UCR Digital: “ya no me siento radical”, dijo.
Les voy a contar porqué ya no me siento radical. Cuando tenía 11 años en 1983 mi Padre me llevó por primera vez a un comité radical. Entonces renacía la democracia en Argentina. El gobierno de Raúl Alfonsín fue un desastre. Algunos pocos derechos cívicos reivindicados y un cúmulo de errores económicos destruyeron esa primera luz militante que nacía en mi corazón.
Llegó la década del 90, no hace falta dar detalles. Tampoco es necesario dar detalles sobre el gobierno de la Alianza. Gobierno en el cual di mis primeros pasos como funcionario público. Trabajé en la Jefatura de Gabinete y en el Ministerio de Economía de la Nación. Un verdadero horror administrativo y un error institucional desde el primero hasta el último de los días. Entonces era joven, no tenía tanta cancha política como para entender lo que sucedía. De algo me di cuenta y en esto quiero ser bien claro. LA CONSPIRACION PROVENIA DEL CORAZON DEL RADICALISMO. Los traidores estaban dentro del partido gobernante. De sus dirigentes, diputados y senadores, funcionarios y punteros barriales que abonaban la siguiente idea: “era mejor negocio político estar afuera del gobierno”.
Con el tiempo entendí que en la UCR lo único que sirve son sus valores pero no sus dirigentes. Y lo digo con conocimiento de causa, porque mi paso por el gobierno fue de la mano del Peronismo, es decir funcionarios peronistas que me daban trabajo.
Aclaro esto porque no estoy mordiendo la mano del que me daba de comer, jamás comí de la mano radical.
Dicho esto retomo la idea:
El radicalismo tiene un gen recesivo, autodestructivo, cobarde, ignorante, perverso y desprovisto de los huevos que hacen falta para hacer las cosas bien.
Está claro que la gente no vota cobardes e inútiles.
Al radicalismo le queda la gente común, el militante que hace latir su corazón en pos de los auténticos principios fundacionales de la UCR.
Pero la dirigencia del partido radical no sirve para nada. Nada es nada.
No ganan elecciones, no son creíbles, hacen negocio con toda herramienta política y se mofan de una ética y una moral que no existe.
Son dirigentes buenos para nada, que deberían ser echados del partido a patadas. Conductores de la derrota, fracasados sistemáticos. Inventores de una mentira que hasta ellos mismos creen.
Sinceramente no me siento identificado con la UCR ni con sus dirigentes. Y nadie puede decir que no tengo derecho a hablar. No solamente tengo derecho sino que además poseo la legitimidad que da el haber creído en un proyecto y sentirme defraudado.
Puede que la UCR esté en vías de extinción si su gente no hace algo para renovar la dirigencia y desarmar los acuerdos de convivencia que existen entre “los dueños del partido” y el poder de turno. Los radicales tienen una dirigencia que todo lo arregla, pero en beneficio personal. Que usa la credibilidad de los militantes para llevar agua a su molino y olvidarse del pueblo. Que actúa con egoísmo, falta de compromiso y solidaridad. Con un alto grado de HIJOPUTEZ que ha dejado a este partido a la deriva en caída libre.
Gabriel Oliverio
Fundador de UCR DIGITAL
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