“Yo ya dije que quiero ser presidente, pero los tiempos los manejo a mi manera, así que me van a tener que esperar hasta marzo”.
Con esta frase Daniel Scioli dio por terminada una charla con su equipo político en la cual varios lo apuraron para que definiera los plazos de su alejamiento del cristinismo. Siguiendo su lógica tradicional, el gobernador apostó entonces a seguir ganando tiempo. En marzo próximo, la suerte de la economía ya estará echada y se sabrá si el gobierno deberá remar en el año electoral con la corriente a favor o en contra. Ahora la novedad en el escenario político es que José Manuel de la Sota vio el espacio que se le abría con el rechazo de Scioli a confrontar con Cristina y se va animando a relanzar su carrera presidencial, que se frustró hace exactamente diez años. En ese entonces, Eduardo Duhalde lo había seleccionado como el candidato oficial, pero las encuestas no le sonrieron y apenas marcó un 7 por ciento de intención de voto. Esta pobre performance terminó por convencer al duhaldismo de que lo mejor era dejar de lado a De La Sota para apadrinar a una figura más nueva y de una provincia chica, que terminó siendo Santa Cruz. Con esta experiencia en su mochila, el cordobés sabría que no puede competir hoy con la altísima imagen positiva que Scioli exhibe en las encuestas. Pero también hay otro dato a tener en cuenta y que le juega en contra al bonaerense. Toda su carrera política la hizo acatando a Carlos Menem, Eduardo Duhalde y el matrimonio Kirchner. No se le conocen antecedentes de plantarse y desafiar al esquema de poder vigente. Esto sería suficiente como para pensar que en esta ocasión tampoco lo hará.
Así las cosas, se va entablando una competencia solapada entre ambos. Después de animarse a demandar al Estado nacional ante la Corte Suprema por la deuda previsional de 1040 millones de pesos que tiene con Córdoba, De La Sota se dejó ver la semana pasada junto a Roberto Lavagna en el Quinto Coloquio de la UIA de Córdoba. Y ahora está madurando para fines de agosto encabezar un acto masivo con la participación de dirigentes históricos del peronismo. Él cerraría la convocatoria con un discurso de tono presidencial, dando a entender que está en carrera para el 2015.
En el cristinismo observan la naciente disputa hasta con cierta simpatía. Desde la óptica de Olivos, hay una preocupación obsesiva y es el crecimiento de Scioli, así que pensarían que la aparición en la arena del veterano caudillo cordobés por ahora es más molesta para aquél que para la Casa Rosada. En el medio de este incipiente cuadro está Hugo Moyano, que va y viene entre La Plata y Córdoba. El líder camionero pretendía que Scioli le diera el portazo a CFK cuando se produjo la crisis de los aguinaldos y desde entonces estaría resentido y habría aumentado la frecuencia de sus conversaciones con el líder cordobés.
Buenos Aires, como siempre
La realidad es que ni Scioli ni De La Sota deben competir electoralmente en el 2013, así que el juego de ambos es el posicionamiento nacional a través sobre todo de las elecciones en Buenos Aires. Si el ex motonauta terminara abrazado a Cristina y encolumnado detrás del Frente para la Victoria, a De La Sota se le abriría el camino para apoyar a una coalición peronista anti K que podría pivotear alrededor de Jesús Cariglino y de la CGT Azul y Blanca de Luis Barrionuevo, si es que éstos no cierran filas con el PRO. Claro que en este caso también estaría disponible Francisco de Narváez, hoy aliado de Scioli pero que debería replantearse todo si éste se encuadra con la presidente.
Pero la gran incógnita de este tablero se llama Sergio Massa, que acaba de romper su silencio criticando por igual al sciolismo y el cristinismo. Ubicado muy cerca de Scioli en las encuestas, para el 2015 el tigrense le apunta a la gobernación y no descarta aliarse a Mauricio Macri ni a De La Sota o Scioli si se dan las circunstancias. Tampoco sería inviable que el jefe de gabinete recomponga su difícil relación con el cristinismo.
Volviendo a la incipiente puja entre Scioli y De La Sota, los gobernadores del PJ empezarían a mirar el tema con creciente interés. Es que si el deterioro de la economía se estira en el tiempo, el proyecto de reforma constitucional que acuna el cristinismo sería inviable y la presidente marcharía rápidamente hacia su ocaso. De ser así, una interna entre los jefes de estado de las dos provincias mayores para definir la candidatura presidencial del PJ no sería inviable. Aunque cuesta pensar que en el kirchnerismo se retire de la escena política sin intentar motorizar un candidato propio a la presidencia. De los gobernadores con vuelo propio, Juan Manuel Urtubey está, por ejemplo, más cerca de De La Sota y varios cristinistas, como Sergio Urribarri y José Luis Gioja, ven con mejores ojos al cordobés, al que conocen desde siempre. Ellos recelan, por otra parte, del aire enigmático de Scioli y de su tendencia a soslayar cualquier compromiso.
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