Está visto que falta poco y falta mucho para octubre. Está visto que la Señora Presidenta se opone o desconfía o rechaza los varios estilos que ha practicado el peronismo. Ella está más cerca en sus afectos y fábulas de la rebelión montonera que del General Cuanto Vale. Sus falanges juveniles llevan el nombre sombrío de Cámpora de infausta suerte. El crecimiento político de Cristina K se produjo en Tolosa y en la Plata donde hasta su madre -del 45- desconfiaba de las huestes peronistas.
Está claro que la Presidenta quiere cambiar de un saque a la Argentina y, si es posible, al mundo, incluyendo a Estados Unidos y Europa. Por sobre todo es evidente que quiere desprenderse del viejo y mañoso peronismo, marchita incluida. Su derrota en Tierra del Fuego es un indicio inquietante y grave aún de la fragilidad de las encuestas que su Gobierno financia desde la ANSES de Diego Bossio. El mayúsculo error fue del consultor Roberto Bacman de CEOP generó malestar en la Casa de Gobierno. Más allá del papelón del ministro Florencio Randazzo en una penosa contramarcha del bunker de la candidata K Rosana Bertone al de la ganadora Fabiana Ríos. Por su baja densidad de población era un lugar sencillo para medir voluntades. En breve: hay datos que no se pueden esconder y verdades de a puño que subrayan lo dicho: falta mucho y falta poco. Tal vez más mucho que poco.
A su vez uno de los analistas más prestigioso de la situación Ernesto Kritz, director de SEL Consultores, lo refleja:
* Desde mediados de 2003 se crearon cerca de 3 millones de empleos. Dos tercios de ellos son puestos asalariados registrados (formales) en el sector privado. Esto permitió reducir el desempleo desde casi 18% en el segundo trimestre de ese año, a poco más de 7% en el primero del actual, y -en igual lapso- la informalidad entre los asalariados de 49,2% a 34,1%. Es, muy probablemente, el mayor logro de la política económica en el período, con efectos favorables sobre la situación social y el perfil de calidad de la ocupación.
* Más allá de lo habitualmente señalado acerca de que la mejora de estos indicadores es respecto al pico de la crisis, pero aún no con relación a los registros de más largo plazo, un examen detallado de este período muestra dos fases bien diferenciadas: una primera, desde el tercer trimestre de 2003 al tercero de 2007, con un crecimiento anual de la población ocupada de 4,5%, y una segunda, desde el último trimestre de ese año en adelante, con una media de 1,7%. Esto significa que, de cada 10 empleos generados en este ciclo, corresponden al tramo 2003-2007 y sólo 2 al lapso 2007-2010.
* Esta importante desaceleración se explica por la recesión originada en la crisis internacional de 2008-2009. El registro de las declaraciones de los empleadores para el pago de las contribuciones de la seguridad social, quizás la fuente más precisa del empleo formal, muestra una destrucción neta de algo más de 200.000 puestos de trabajo asalariados privados durante los tres primeros trimestres de 2009.
* Una vez superado el impacto de la recesión en el mercado de trabajo, la recuperación del empleo privado registrado aparece sensiblemente más lenta que antes de ese episodio negativo inducido por factores exógenos. En 2008, por ejemplo, con un crecimiento del PIB de 6,8%, el incremento del empleo privado registrado fue de 6,4%; en 2010, con un alza del PIB de 9,1%, el número de asalariados privados registrados creció sólo 2,6% (3,5% en el segundo semestre).
* El único segmento del mercado laboral donde se verifica una aceleración en el período 2007-2010 es en el sector público consolidado. Un análisis detallado a partir de los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares, indica que en este lapso el número de asalariados públicos creció a una tasa anual de 4%, vs. 2,7% en 2003-2007. Esto también puede en parte atribuirse a la recesión, si es que se trató de una política anticíclica.
* Pero la pregunta aún pendiente de respuesta es cuáles son los factores endógenos (o sea aislando los efectos asociados a la crisis internacional) que determinaron la desaceleración de la creación de empleo después de 2007, en particular en el sector privado formal.
* Un aspecto que en este sentido vale la pena examinar, es la evolución de los precios relativos entre el trabajo y el capital. La hipótesis subyacente es si eventuales cambios en esos precios relativos no han inducido alguna sustitución de factores. Para ello, una aproximación posible es comparar la progresión de los salarios del sector privado registrado, y los precios de la inversión bruta fija en equipo durable.
* Con base en el trimestre inmediato anterior a la salida de la convertibilidad (es decir de la devaluación) la comparación de ambas series muestra que, hasta el segundo semestre de 2007, el precio del factor trabajo creció menos que el de la inversión en equipo durable. A partir de entonces la relación se invirtió, de modo que, con la misma base, la serie de salarios es ahora 43% más alta que la proxy de los precios del factor capital.
* Esta última es la medida del encarecimiento relativo del factor trabajo desde fines de 2007. Pero si la comparación se efectúa con el punto más bajo pos devaluación, en el segundo semestre de 2002, ese encarecimiento de los precios relativos del trabajo privado registrado vis à vis el de la inversión bruta fija en equipo durable es de casi tres veces.
* Esto sugiere que, más allá del impacto de la recesión internacional –por demás corto- la desaceleración de la creación de empleo desde fines de 2007 puede ser efecto de una sustitución de trabajo por capital asociada al cambio de los precios relativos de esos factores. Un gráfico donde se muestra, por una parte, el crecimiento del empleo privado registrado y, por la otra, la serie de precios relativos trabajo/capital tal como se ha definido, parece avalar esta hipótesis. Las líneas de tendencia polinomial de ambas variables apuntan en ese sentido, del mismo modo que el R cuadrado del gráfico de dispersión.
* En perspectiva es difícil que esta situación se modifique. El sostenimiento del consumo por el lado de los ingresos del trabajo, que en buena medida es el motor del crecimiento del nivel de actividad, deberá apoyarse más en los aumentos de salarios que en la creación de empleo. El interrogante es como esto afectará la inflación y la inclusión social de quienes aún están fuera del sector forma.
Está claro que la Presidenta quiere cambiar de un saque a la Argentina y, si es posible, al mundo, incluyendo a Estados Unidos y Europa. Por sobre todo es evidente que quiere desprenderse del viejo y mañoso peronismo, marchita incluida. Su derrota en Tierra del Fuego es un indicio inquietante y grave aún de la fragilidad de las encuestas que su Gobierno financia desde la ANSES de Diego Bossio. El mayúsculo error fue del consultor Roberto Bacman de CEOP generó malestar en la Casa de Gobierno. Más allá del papelón del ministro Florencio Randazzo en una penosa contramarcha del bunker de la candidata K Rosana Bertone al de la ganadora Fabiana Ríos. Por su baja densidad de población era un lugar sencillo para medir voluntades. En breve: hay datos que no se pueden esconder y verdades de a puño que subrayan lo dicho: falta mucho y falta poco. Tal vez más mucho que poco.
A su vez uno de los analistas más prestigioso de la situación Ernesto Kritz, director de SEL Consultores, lo refleja:
* Desde mediados de 2003 se crearon cerca de 3 millones de empleos. Dos tercios de ellos son puestos asalariados registrados (formales) en el sector privado. Esto permitió reducir el desempleo desde casi 18% en el segundo trimestre de ese año, a poco más de 7% en el primero del actual, y -en igual lapso- la informalidad entre los asalariados de 49,2% a 34,1%. Es, muy probablemente, el mayor logro de la política económica en el período, con efectos favorables sobre la situación social y el perfil de calidad de la ocupación.
* Más allá de lo habitualmente señalado acerca de que la mejora de estos indicadores es respecto al pico de la crisis, pero aún no con relación a los registros de más largo plazo, un examen detallado de este período muestra dos fases bien diferenciadas: una primera, desde el tercer trimestre de 2003 al tercero de 2007, con un crecimiento anual de la población ocupada de 4,5%, y una segunda, desde el último trimestre de ese año en adelante, con una media de 1,7%. Esto significa que, de cada 10 empleos generados en este ciclo, corresponden al tramo 2003-2007 y sólo 2 al lapso 2007-2010.
* Esta importante desaceleración se explica por la recesión originada en la crisis internacional de 2008-2009. El registro de las declaraciones de los empleadores para el pago de las contribuciones de la seguridad social, quizás la fuente más precisa del empleo formal, muestra una destrucción neta de algo más de 200.000 puestos de trabajo asalariados privados durante los tres primeros trimestres de 2009.
* Una vez superado el impacto de la recesión en el mercado de trabajo, la recuperación del empleo privado registrado aparece sensiblemente más lenta que antes de ese episodio negativo inducido por factores exógenos. En 2008, por ejemplo, con un crecimiento del PIB de 6,8%, el incremento del empleo privado registrado fue de 6,4%; en 2010, con un alza del PIB de 9,1%, el número de asalariados privados registrados creció sólo 2,6% (3,5% en el segundo semestre).
* El único segmento del mercado laboral donde se verifica una aceleración en el período 2007-2010 es en el sector público consolidado. Un análisis detallado a partir de los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares, indica que en este lapso el número de asalariados públicos creció a una tasa anual de 4%, vs. 2,7% en 2003-2007. Esto también puede en parte atribuirse a la recesión, si es que se trató de una política anticíclica.
* Pero la pregunta aún pendiente de respuesta es cuáles son los factores endógenos (o sea aislando los efectos asociados a la crisis internacional) que determinaron la desaceleración de la creación de empleo después de 2007, en particular en el sector privado formal.
* Un aspecto que en este sentido vale la pena examinar, es la evolución de los precios relativos entre el trabajo y el capital. La hipótesis subyacente es si eventuales cambios en esos precios relativos no han inducido alguna sustitución de factores. Para ello, una aproximación posible es comparar la progresión de los salarios del sector privado registrado, y los precios de la inversión bruta fija en equipo durable.
* Con base en el trimestre inmediato anterior a la salida de la convertibilidad (es decir de la devaluación) la comparación de ambas series muestra que, hasta el segundo semestre de 2007, el precio del factor trabajo creció menos que el de la inversión en equipo durable. A partir de entonces la relación se invirtió, de modo que, con la misma base, la serie de salarios es ahora 43% más alta que la proxy de los precios del factor capital.
* Esta última es la medida del encarecimiento relativo del factor trabajo desde fines de 2007. Pero si la comparación se efectúa con el punto más bajo pos devaluación, en el segundo semestre de 2002, ese encarecimiento de los precios relativos del trabajo privado registrado vis à vis el de la inversión bruta fija en equipo durable es de casi tres veces.
* Esto sugiere que, más allá del impacto de la recesión internacional –por demás corto- la desaceleración de la creación de empleo desde fines de 2007 puede ser efecto de una sustitución de trabajo por capital asociada al cambio de los precios relativos de esos factores. Un gráfico donde se muestra, por una parte, el crecimiento del empleo privado registrado y, por la otra, la serie de precios relativos trabajo/capital tal como se ha definido, parece avalar esta hipótesis. Las líneas de tendencia polinomial de ambas variables apuntan en ese sentido, del mismo modo que el R cuadrado del gráfico de dispersión.
* En perspectiva es difícil que esta situación se modifique. El sostenimiento del consumo por el lado de los ingresos del trabajo, que en buena medida es el motor del crecimiento del nivel de actividad, deberá apoyarse más en los aumentos de salarios que en la creación de empleo. El interrogante es como esto afectará la inflación y la inclusión social de quienes aún están fuera del sector forma.
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